“Usando una metáfora, nosotros, los educadores barríamos las escuelas y dejábamos la basura afuera, del otro lado de laspuertas; hoy abrimos las puertas y el viento social, la poderosa realidad nos devuelve lo que creíamoshaber desterrado de nuestros espacios. Queríamos una escuela limpia derealidad y ahora tenemos que la realidad desechada invade y abate la escuela. Lo peor es que nosabemos qué hacer; porque nuestras viejas tácticas evasivas ya no dan resultado. La realidad se impone con suabrumadora perversidad e irrumpe en nuestra comodidad, que en algunos casos noes más que mediocridad social'.
Alfredo Ghiso.
Esta reflexión, se inscribe desde la necesidad de problematizarnuestras maneras de asumirnos como maestros/as en un contexto, en un escenarioy en un espacio institucional, como lo constituye la Universidad Pedagógica Nacional, atravesada hoy por los conflictos de un país, que refleja la crisisde su institucionalidad política, la fragilidad en sus referentes éticos y lafragmentación del vínculo social.
Por ello nos preguntamos: ¿Desde qué lugar nosasumimos los/as maestros/as de la UPN?, ¿Qué discursos y prácticas pedagógicassostienen nuestros proyectos de formación?, ¿Cuáles son nuestras maneras deasumirnos en este escenario de debatespolíticos y educativos, que exigen posicionamientos y actuaciones?
Como actorescentrales de la institucionalidad de la Universidad sobre los cuales descansa laresponsabilidad reflexiva, investigativa y crítica, no podemos estar ausentesde los debates y los graves problemas por los que atraviesa la sociedad colombiana: la crisis degobernabilidad, la restricción de las libertades, el aumento de lasdesigualdades y la insistencia por la polarización del conflicto, entre otros, generandoestados y actitudes de impotencia, miedo y una comodidad cómplice legitimadoradel deterioro social. El síntoma de estas expresiones, se extiende a la Universidad Pedagógica Nacional, institución que por su encargo social, “ser formadora de formadores',puede caer en una función reproductora o legitimadora de los discursos oficiales;pero también cumplir con su función de voz consciente que convoque a lareflexión y al análisis racional de estas situaciones. En ese orden de ideas,es justo pensar nuestra condición yresponsabilidad como académicos frente a la crisis social en medio de unacomunidad acostumbrada a callar, que evade la toma de posiciones para pensar elpaís y hacer pensar a la sociedad desde la riqueza delescenario universitario.
En tal sentidocabe preguntarnos, ¿Qué tipo de racionalidadessubyacen con respecto a la orden presidencialde intervenir a las universidades públicas en contextos de conflicto yviolencia?, ¿cómo asumimos esta orden presidencial?, ¿Acaso el contexto deseguridad democrática la justifica? En términos de la autonomía universitariaque nos asiste, las directivas deben asumir la pedagogía de la obediencia oposicionarse desde criterios políticos, ¿qué tipo de criterios?
Así mismo, en torno al derecho a laprotesta ¿Cómo interpretar el silencio que ronda entre maestros, trabajadores yestudiantes?, ¿Esta actitud puede entenderse como un síntoma de legitimación ode rechazo? El silencio, no es más que la manifestación de nuestras impotenciasy a veces, tantas veces comodidades, por ello las consignas ancladas en estostiempos del 'sálvese quien pueda', “todo vale o todo juega”. Tambiénel silencio, puede leerse como una expresión de sobrevivencia ante las prácticasde autoritarismo, el cual surge en contextos caracterizados por la falta degobernabilidad; estos silencios circulan en los corredores, en los patios, enlas oficinas, en las aulas yen las paredes de nuestra UPN (las cuales desde un afán de estetización imponenla asepsia).
Cuando aseveramos que rechazamos todaexpresión de conflicto y violencia de las acciones de los grupos manifestantescaracterizados por sus excesos, desmesuras y atropellos que atentan contra la viday la integridad del otro, ¿Qué posibilidad racional de interlocución puedeexistir con ellos?, ¿Estamos dispuestos a agenciar o posibilitar condiciones de interlocución y negociación?
¿Cuáles son las razones políticas,éticas y pedagógicas que sostienen la decisión del Consejo Académico de dar porconcluido el periodo para los estudiantes de pregrado?, ¿Se respeta el derecho a la igualdad en losprocesos formativos?, o ¿Estamos realizando distinciones entre los dos ciclosde formación, pregrado y posgrado?
Con respecto a esta decisión, ¿Cuál esel papel político de la educación?, ¿Por dónde discurre la vida política en laUPN?, ¿A qué llamamos vida política?, ¿Cuál es su guión?, ¿Qué nos significa?, ¿Quénos demanda?
Como maestros/as nos convocamos areflexionar sobre estas preguntas, y otras tantas que surjan, inscritas nosolamente en la coyuntura institucional, sino ancladas en los avatarespolíticos, económicos, sociales y culturales que atraviesan la educación y elsentido que tiene ésta para la universidad, en un contexto signado por contrarreformas de todo tipo.
¡No posterguemos más estas reflexiones ¡
¡No nos resignemos al silencio y a la obediencia ¡
“Si el diálogo es un encuentro entre loshombres para ser más, este no puede realizarse en la desesperanza. Si lossujetos del diálogo nada esperan de su quehacer, ya no puede haber diálogo. Suencuentro allí es vacío y estéril. Es burocrático y fastidioso.”
Paulo Freire.
[1] Documentoelaborado en el marco del Seminario de los Profesores de la Maestría en Educación.Las reflexiones que colocamos a disposición de cada uno de ustedes recoge susplanteamientos, sentires y agobios: Lucila Obando, Libia Estela Niño, MercedesGonzález, Jorge Posada, Alberto Martínez, Diego Arias, Sandra Guido, RenéGuevara, Olga C. Díaz, Andrea Urbano, Carlos Jilmar Díaz, José Guillermo Ortiz,Carlos Botero, Patricia López, Diana Peñuela, Roberto Medina y Piedad Ortega.Junio 3 de 2008.
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